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octubre 07, 2012

La Monarquía hace aguas

LA MONARQUÍA HACE AGUAS

Y todavía hay imbéciles que piensan que esto es lo que sostiene España. –F. J. Losantos-

Esta circunstancia tiene toda la evidencia que señalan unos hechos muy negativos que además caen en extravagante. Ya es general el descubrimiento de su “conducta no ejemplar”, la cual no radica sólo en el yerno del rey, aun cuando éste haya sido el detonante de cuanto venía ocurriendo, el que rompió el silencio y para rematarlo Botsuana y Corina por parte del suegro.

Fue el rey a EE. UU. a correr un velo a la hambruna que hay en España, y, lejos de lograrlo, ha ocurrido que allí se ha descorrido uno sobre su vida. En el “The New York Times” podemos leer estos días menciones como los escándalos de Botsuana y de Iñaki Urdangarín, asimismo el  papel que desempeña Corina como “embajadora económica” de don Juan Carlos. ¿Será por ello, me pregunto yo, por lo que va tan mal la economía en el reino de España? Acaso tampoco tiene el Gobierno asesores mejores. No deja el relevante rotativo neoyorquino en parar mientes en la riqueza del monarca, que algunos cifran en 1.800 millones de euros. José García Abad, cree que en 1970 “se obsesionó en forjarse una fortuna personal”. Puede datar tal idea de dicho año, pero había de esperar carente de ella en absoluto hasta la muerte de Franco.

Rey Juan Carlos I.
Entonces empezó sus negocios y su donjuanismo del que antes de casarse ya había hecho sus pinitos. Su jefe, el Caudillo, le traía a raya y, evidentemente, si se hubiera desmandado lo más mínimo hubiera elegido a otro para el goloso empleo de rey. Ello aparte de los desaires que hubo de sufrir, y con él Sofía, de la familia Franco, especialmente de la Señora y del marqués de Villaverde, tratando ambos de que llegara a reina Maricarmen Martínez-Bordiu Franco. De haber cuajado tal deseo, seguro que no se hubiera separado de Alfonso de Borbón Dampierre; los reyes no se separan, al menos de puertas afuera. Casos en la Historia de España, e igualmente en la de otros países, numerosos, sin ir más lejos los de los dos últimos reyes españoles, o sea el monarca y su abuelo Alfonso XIII. Tanto un matrimonio como otro dentro de casa sin hablarse y como el título de la comedia de Terence Rattigan y John Gray, “Mesas separadas”. Y ni que decir tiene camas separadas y habitación. Aquí he de hace la anotación de que la inglesa doña Victoria Eugenia de Batteenberg no acompañaba tanto a su marido como la griega-alemana doña Sofía que no quiere perderse acto oficial sea o no su presencia necesaria. Gusta de ser reina, pero en todo caso sin dejar de ser abuela y madre. De esto último alardea equivocadamente frente al “caso Urdangarín”. Indudablemente además de reina es abuela y madre; ahora bien, en primer lugar tenía que actuar como reina. Rechazar de plano lo ocurrido con el matrimonio Urdangarín-Borbón. No lo hacen ni ella ni el rey –éste pretendió engañar al principio para terminar dejándoles el chalé que tiene en Baqueira Beret-. Que sea muy familiares, la familia en primer lugar, pero que abdique. Es de verdadero vituperio el apoyo que prestan los reyes. Perdón por la digresión, y continúo hablando de la vida del rey en el terreno personal, en lo privado, ya que, como dice Federico Jiménez Losantos –también lo dijeron otros- “el rey no tiene vida privada, y, segundo, cuando la vida privada sirve para hacer negocios en nombre del Estado español dejó de ser privada. Esto es una vergüenza, esto es propio de una dictadura del Tercer Mundo, dictadura matizada por la corrupción”.

Vida y milagros de don Juan Carlos.
La vida y milagros de fue saliendo a la luz paulatinamente, sobre todo los “milagros”; el de su fortuna sotto voce, a la chita callando, en voz baja, porque él impuso sordina y pudo hacer, e hizo, silenciosamente, sin estrépito y con disimulo cuanto le dio la real gana. Pero un día después de una treintena de años irrumpió el rey y su monarquía estrepitosamente, ya el historiador Juan Balansó se había atrevido a escribir que la monarquía de Juan Carlos I pasaría a la Historia como una monarquía corrupta. ¿Qué diría de haber visto los acontecimientos surgidos desde su muerte en 2003? No conoció a Letizia, ni a Corina, sí a Marichalar y a Urgandarín a los que en su libro “Los diamantes de la Corona” denomina bisutería fina, así como dedica un epígrafe a tratar de “la impostura de los “duques”. (De este fingimiento o engaño ya trate en uno de mis artículos). Hoy día hay amplia bibliografía sobre la familia real española, que no sólo los de ditirambo servil cuando no cabía la información verdadera. De sus amoríos se sabe mujer a mujer, incluso ha roto el matrimonio de una; lo que todavía no es transparente es el detalle de su colosal fortuna.

Prepotencia, osadía de la familia real.
El rey no desmiente la fortuna que le atribuye la revista Forbes, editada en Estados Unidos, que desde 1986 publica la lista de los más ricos en los negocios y las finanzas. No desmiente tampoco lo de Corina; lejos de ello, en su día, cuando Botsuana, dijo que no la dejaría. Igualmente denota atrevimiento que esta familia se empeñe en afirmar que son una familia como otra cualquiera. No, en modo alguno, las hay más serias,  además en España no hay ninguna otra familia real. No voy a hablar de los negocios de don Juan Carlos –literatura abundante hay sobre ello-, sólo diré que estoy totalmente de acuerdo con el susodicho Losantos en que el rey tiene un sueldo, no puede hacer negocios ni hacer una fortuna que no puede justificar. Pero la tiene –¡error y horror!-, y no hay quien se la quite Y el yerno, ¿tendrá éste que devolver cuanto se le acusa judicialmente –de modo mediático ya está sentenciado- como trinque? De no ser condenado a la devolución –asimismo la infanta en su parte económica aun cuando en la instrucción de la causa se la haya dejado fuera- malparada va a quedar la Justicia.

Ni el rey ni Rajoy engañan a EE.UU.
Hemos visto que el Gobierno de Mariano Rajoy, su actuación, es rechazado en los editoriales de NYT, entendiendo que la política de austeridad que a España impone Alemania y la UE sólo hace agravar el problema español. Bueno, mientras tanto, y dando muestra de austeridad –por la otra punta-, el malavenido matrimonio real y el principesco de grandes viajes en grandes viajes; lo bueno es que, pese a ello, se hace alarde de su austeridad predicando a los cuatro vientos el recorte del 4% en su asignación para 2013. A este paso va a dejar el Gobierno al rey, en la cantidad que le da para el sostenimiento de su familia y casa, sin poder sostener dignamente su matrimonio y el de los príncipes de Asturias –los demás trabajan-, su manutención y demás gastos. Menos mal que ciertos gastos tienen la ayuda de varios Ministerios. Pero ante esta crisis que está devorando a tantas familias y a otras prepara para tal fin, sería de buen efecto que no viajaran tanto, “para nada”. Que doña Sofía, por ejemplo, no se consuele de su infortunio conyugal yendo a Londres a reunirse con su familia casi semanalmente. La monarquía ha caído en el descrédito, pero Rajoy se apoya en el rey. ¡Ininteligible presidente títere que padecemos!. 

El reino de España se hunde.
Que se hunda la monarquía no sería un mal, España no es monárquica ni puede permitirse este lujo de anticuario. Bueno es siempre tener un sentido práctico ¡y ahora tanto se necesitaría! Mariano  quiere que nadie se manifieste contra sus recortes, palmario abuso, pasar una factura, otra y otra indefinidamente para cubrir –como quiere hacer creer- lo que robaron algunos sin que el Gobierno de turno pusiera coto, término, límite. Mariano Rajoy manda callar como si fuera un Borbón. O, lo que viene a ser lo mismo, que las manifestaciones se hagan en cualquier desierto pero no en el centro de Madrid. Y, ello, no ya por evitar molestias, aunque alegue esto, sino para que sean como si en realidad no existieran, la clásica vox clamantis in deserto, predicación en desierto. En suma,  este presidente, con ínfulas, presunción, de dictador,  quiere hundir a los españoles sin dejarles siquiera protestar. Lo menos que se le puede pedir, pues mintió plenamente a los electores, es que dimita, habida cuenta de que su non sancta voluntad, que está resultando pérfida, es esquilmar al ciudadano a base de recortes y, por añadidura restarle derechos.

MANUEL LÓPEZ PERALTA          


                     
   

         

                    
         


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