El zigzagueo judicial empieza a ser demasiado mareante
como para no resultar preocupante. Esperemos que los
árboles del follón mediático no oculten el bosque del
delito. –Federico Jiménez Losanto, en Libertad digital-
En el Diario de opinión e influencia República.com viene un artículo, firmado Marcelo, cuyo título es muy significativo: “Urdangarín no está indefenso”. Nos tememos con el autor que los poderes públicos […] se van a volcar para que salga indemne, o ligeramente afectado en este proceso”. En ello está la ciudadanía unánimemente de acuerdo, visto lo visto, hasta aquí da fe de tal temor. Tenía que haber seguido en paralelo con su compañero de hazañas Diego Torres; Urdangarín no solamente no le va a la zaga, sino que era su jefe. Si el irle dejando tiene como finalidad acumular más investigación, valga. Pero, de momento, inquieta.
Como ya expuse, su primer protector fue su suegro –esperemos que definitivamente, y según sus propias palabras, haya dejado de serlo-, que desde el primer día debió llamarle al orden. Lo que está claro, ya lo expuse, es que ni uno ni otro pensaron que el enriquecimiento ilícito del matrimonio Urdangarín-Borbón pudiera salir a la palestra, creyeron se mantendría en la incógnita. Si saltaba a la vista pública el de dónde saca “pa” tanto como destaca no les importaba a Ignacio y a Cristina, pero, al parecer, por lo que ya tenía de desmesurado el capital en tan poco tiempo lograron –pocos logreros con tanto éxito-, llegó a preocuparle al rey –iban a ser su yerno e hija más ricos que Marco Licinio Craso- y decidió tratar de frenar su… “talento financiero”; en definitiva, ponerle a salvo.
Pero de una manera adyacente, y por tener sus “negocios” fondo político, quedó su actividad al descubierto, la incógnita fue despejada. Cabe considerar, y así está ocurriendo, que esto no era lo que más temiera el matrimonio, sino que si llegaban a pillar su corrupción no fueran defendidos por su Familia Real con mayúscula. Así el ver que el rey no sacó la cara por Urgandarín desde el primer momento, llegó a molestar grandemente a su hija la infanta Cristina. Ya de esta manera en el discurso de Navidad por corroborar su padre lo que se indica en el texto de la Constitución, que concede a los españoles igualdad ante la ley, ella no lo entendió ni lo entiende. No le/s defendió abiertamente, pues luego “donde digo “digo”, no digo “digo”, sino digo “Diego”, emitiendo aquello de “no hay que personalizar”. Y, bueno, pues es nadar entre dos aguas. En las setenta y dos horas últimas para la presentación del yerno del rey ante el juez del Juzgado, número 3, de Palma, no se sabe dónde para en Madrid en el que ha deseado hacer alto en estas horas previas. ¿Por qué o para qué? ¿Se hospeda, y con su esposa que se le va a unir para “ayudarle”, o no en La Zarzuela, le hablan o no el rey y el príncipe? La Casa Real se inhibe de la información, alegando que corresponde a la intimidad familiar. ¿Intimidad la presunta delincuencia?
Ahora dejó caer el rey en un acto oficial que la Constitución atribuye a los jueces “en exclusiva” la función de juzgar. ¡La Carta Magna siempre de comodín, interpretándola a veces a nuestro gusto o conveniencia! Con todos mis respetos, es una chorrada. Juzgar es también lo que el DAE señala en su segunda acepción de la palabra: “Formar opinión sobre algo o alguien”. Y en la tercera: “Fil. Afirmar, previa la comparación de dos o más ideas, las relaciones que existen entre ellas”. Se puede opinar de Urdangarín, ¿qué duda cabe?, por mucho que le moleste a don Juan Carlos. Se puede condenar también de otros modos distintos a pronunciar sentencia un juez, por ejemplo, en el sentido de reprobar, una doctrina, unos hechos, una conducta, etc., que se tienen por malos y perniciosos. Urdangarín por sus hechos, por su conducta sumamente vituperable, ya está condenado a ultranza por la sociedad.
Estoy totalmente de acuerdo con el escrito que empecé citando; es sabido que si el referido sale indemne del proceso penal a que está sometido, el remedio –leo y transcribo- empeorará la enfermedad y el problema. Urdangarín pasará a ser problema de la monarquía en un país que tiene los nervios y la desesperación a flor de piel por muchos motivos, y especialmente por la vigente y dramática situación económica y social de los españoles. Sí, y para INRI, para mayor escarnio y nota de burla, que a la infanta, y verdadera duquesa de Palma –a él se le atribuye ilícitamente- se le haga intocable. El juez instructor se encuentra muy decidido a que se cumpla la ley, que no se tergiverse, con Urdangarín, pero con su mujer titubea. No tiene porqué preguntar, y sin embargo pregunta, si imputa o no a la infanta Cristina, lo cual naturalmente le ha sido, como todos vemos, muy criticado. Es de entender que trata de buscar respaldo en la opinión pública. Las declaraciones de él, hará imprescindible la inclusión de ella en el sumario. Y lo saben, en primer lugar Cristina que pide árnica, incluso a su hermano.
Si los diferentes, y todos graves, delitos de que se le acusa son “errores administrativos”, según se saca de la manga su abogado portavoz, Pascual Vives, también lo serán los de su segundo de abordo Diego Torres, siempre que la ley no sea diferente para uno y otro, permitiéndose además tal defensor meter todos los delitos en el mismo saco y etiquetarlos como queda dicho. Por regla general, los errores administrativos no enriquecen al nivel y con la rapidez que lo ha hecho el matrimonio en cuestión; es evidente que no les ha ido mal, sino, por el contrario, inmejorablemente. Ambos han creado un patrimonio colosal en cuatro días. O le ha creado él, pero le tienen y disfrutan los dos. Y ella, según dicen sus partidarios, no se ha enterado; entonces teniendo a su nombre el 50% de Nóos firmó en barbecho, barbecho que, por cierto, le dio muy buena cosecha.
Repito, y nunca se repetirá lo bastante, que si el escepticismo de hoy llegará a quedar justificado, las secuelas son visibles para cualquiera: totalmente contraproducente para el régimen monárquico que desde la dictadura de Franco tenemos. Con lo que de inadecuado tiene, por otra parte, a la altura cronológica que nos hallamos. La mancha se taparía, mas ello no es lavarla, lavarla es, como se ha dicho por un alto jurídico, hacer justicia, y si Urdangarín tiene que ir a la cárcel, que vaya. Por la serie de delitos que se le imputan calcula más de un abogado una permanencia en ella de más de una docena años. Heriría también bastante a la sociedad que no restituya –restitución que le atañe también evidentemente a la infanta- lo mal adquirido. Que ello ha de ser mediante condena jurídica es sabido, pero no el concepto a tener del matrimonio, la imagen dada. Ya es tarde para reivindicaciones, pero, eso sí, la cuestión puede tomar peor cariz. A ver que sesgo toma el litigio que prácticamente se inicia este sábado.
Por: MANUEL LOPEZ PERALTA
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