Podía doña Pilar de Borbón y Borbón haber defendido a su sobrino político, Iñaki Urdangarín, sin enojarse tanto contra la prensa, pues ella no tiene porqué hallase indignada, salvo que fuera con dicho advenedizo que tan mal ha empleado el braguetazo que dio; sencillamente, ha hecho que la Corona pueda caérsele a su hermano, suegro de quien de tantos hechos delictivos es acusado judicialmente. Ha podido responder, al ser interrogada por la prensa, que ya veremos si es sentenciado por cuanto se le imputa o no, que otra cosa no puede opinar.
Más aún, podía haber contestado sosteniendo la teoría de las madres de Urdangarín, la consanguínea y la política, que es inocente, que ha sido engañado. Por supuesto que si le han engañado para llevarse lo ajeno –porque, como en la otra zarzuela y aquel rata, le gusta lo ajeno más que lo propio- incurre en el delito de caco igual que si no hubiera sido engañado. Ya he dicho en otra parte que por regla general el engañado por otro es el robado, no el que robó. Que se engañe éste en tal o cual sentido es otra cosa, y Urdangarín se engaño pensando que no iba a ser descubierto y, de serlo, no pisaría el Juzgado. Aun descubierto, no pasaría nada tratándose de ser quien es por su casamiento. Creyó demasiado en el poder de la monarquía; tal institución, aunque sea constitucional, le tiene y muchos privilegios; ahora bien, no al extremo de que un miembro de la Familia Real pueda dedicarse pro domo sua, en provecho propio, a actividades delictivas.
La salida de doña Pilar ha sido extemporánea, intempestiva, y no ha faltado en televisión quien lo ha refutado, interpretándolo como falta de educación con los medios de comunicación. Se ha puesto furiosa y ha manifestado que nadie es culpable hasta que los jueces lo digan, así que, a callar. Ha añadido que los españoles tenemos una Constitución perfectamente elaborada. Ha volcado su aversión a los espacios televisivos y a la prensa en general. Tal como la conducta de Urdangarín cuando fue pillado en sus “negocios; era cosa de la prensa que lo difundió, decía él. Divulgar las noticias es su misión y ¿por qué había de omitir la prensa oral y la escrita las “gloriosas” hazañas del marido de la infanta Cristina? Rechazo o repugnancia a la prensa, no. Rechazo y repugnancia a los múltiples y variados delitos que se le imputan. Sería cosa de preguntar a doña Pilar si los perjudicados directos –indirectamente lo es todo el país por los corruptos- de su sobrino en el “Caso Babel” tampoco pueden decir ni pío.
La prensa, como digo, no hace sino cumplir su misión, y la ciudadanía en pleno ha elevado el grito al cielo porque no es para menos ante esta inverecundia que incontrovertiblemente clama al cielo, es decir, se trata de hechos –no ha sido solo uno perpetrado por Urdangarín- que son manifiestamente escandalosos, que claman justicia. La sociedad civil, mal que le pese a doña Pilar de Borbón, ya ha emitido sentencia, dictamen o parecer sobre el acusado y que, por cierto, ha ido in crescendo de modo peyorativo porque constantemente ha ido descubriéndose más y más delitos. También de una manera continuada se ha venido incriminando a la infanta Cristina, aportando razones para que sea citada, en principio como testigo. La Justicia lo ha desestimado, pero es de esperar que tras la declaración del marido se haga indefectible citarla. Ahora “Manos limpias” ha presentado un escrito en el Juzgado de Instrucción número 3 de Palma, pidiendo que la Infanta sea emplazada a comparecer como encausada. Como digo, insoslayable va a ser que, después de pasar su cónyuge por tal Juzgado, no quede ella encartada. Verdad que el fiscal general al descartarla aseguró que era “de momento”.
Que Urdangarín ha llevado a la Familia Real –y parientes- a una encrucijada, es visible. Una de las acepciones de encrucijada es “situación difícil en que no se sabe qué conducta seguir”. Son muy dueños de callar, pero en modo alguno de mandar callar. En cuanto a que tenemos una Constitución perfecta no puede serlo después de los muchos años de su elaboración, tanto es así que, en primer lugar y por tal circunstancia, se encuentra muy desfasada. Pero además entre lo que no se cumple y lo que no se puede cumplir, queda muy reducida. Ya Antonio Gala en tiempos de Aznar hablo en “La Tronera” de la reforma de una Constitución que se ha quedado estrecha. Y añade: Como era de esperar, por otra parte. La Sagrada Transición fue cobarde, imprecisa y heredera de cortísimos y malísimos legados. Y la Constitución, también. Cerrar a ellos los ojos y esconder la cabeza es un juego demencial de avestruces. Que conducirá al caos. En él más o menos estamos ya.
Confusión y desorden moral, generador de la crisis económica que sufrimos, pintado muy bien en la letra del tango “Cambalache”, de Enrique Santos Discépolo: … Pero que el siglo veinte / es un despliegue/ de maldad insolente, / ya no hay quien lo niegue. Se ha extendido a lo que va del siglo XXI. Con Carta Magna y todo, que doña Pilar de Borbón encuentra tan buena. Por lo mucho que tiene de papel mojado, lo ha llamado –con perdón- Federico Jiménez Losantos “papel meado”. No hay, y menos en la actualidad, tal perfección en dicho texto, modificarlo es algo que se impone. Cita Mario Conde, en su último libro, el artículo 28 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1793, incorporada como Preámbulo a la Constitución Francesa del 14 de junio de 2011. Y señala que el artículo 28 dice: El pueblo tiene siempre el derecho a revisar, reformar y cambiar la Constitución. Una generación no puede comprometer con sus leyes a generaciones futuras.
Consigna el señor Conde a continuación la escena que hemos podido ver en televisión –hay también vídeo en Internet- de la joven que se acercó al Príncipe y le preguntó que para cuándo un referéndum sobre Monarquía y República en España. Felipe de Borbón quedó atónito, suspenso, y el presidente autonómico que le acompañaba le expuso que ello ya estaba resuelto en la Constitución de 1978. –Sí –respondió-, pero yo no la voté. Y ahora quiero tener la posibilidad de decidir por mí misma si quiero ser ciudadana o súbdita.
La Constitución ha cumplido treinta y tres años, no se tiene derecho a voto con doce o catorce años de edad, así que hay que calcular que la población menor de cincuenta, aproximadamente, no la ha votado. Es un porcentaje, obviamente, muy importante, pero también está claro que constituye una ardua tarea el cambio grande que se ha de dar a la Constitución, y que no está el horno para bollos. No digamos para la convocatoria de un referéndum sobre Monarquía o República; si la monarquía antes lo tenía muy difícil ahora… Es patente –patente y marca- que el affaire Urdangarín marca para la Familia Real un antes y un después. Lo que ahora hace falta es no miccionarse políticamente en la Justicia, que se aplique perfectamente la ley con el matrimonio Urdangarín-Borbón, en cuyo cumplimiento entra la devolución de lo que uno y otro poseen en bienes raíces –palacio, pisos- adquirido con el dinero del trinque de él, que, haciéndonos comulgar con ruedas de molino, se pretende hacer creer que ella lo ignoraba todo.
Estaba con su marido o estaba en Babia? No sólo se manda callar, se quiere poner mordaza, sino que existe un férreo empeño, incluso por parte del abogado portavoz Pascual Vives, en…, hacernos creer en los Reyes Magos. Por favor, por favor, que no toda la sociedad civil es infantil, ni en infancia, ni en inocencia.
1 comentarios:
me ha parecido muy claro y muy bien expresado,yo no sabria expresarme asi ,pero asi lo siento,saludos.MC
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