Europa, por su desacertada regulación monetaria, su disparidad genuina y una desastrosa gobernanza, de la noche a la mañana, convirtió la casa común de una comunidad económica, en una timba de poca monta donde se prodiga la jugada al EuroPocker.
En países con realidades económicas heterogéneas es impropio mantener una unidad monetaria, si esta, no viene acompañada de la fusión política y la uniformidad compensada de su estructura productiva.
Lamentablemente, todo lo contrario de lo que ocurre en la UE, siendo ahí donde en gran parte radica el origen y la causa de esta crisis sistémica que padecemos, pues la atípica alianza de vecindario, es un artificialismo que tan sólo favorece la potencialidad de los países mas pudientes, generando la inestabilidad y el receso en los miembros societarios peor ubicados, al acentuar su carestía y convertirlos en fácil presa de la voracidad de los mercados especulativos, quien, son dados a cazar eligiendo las presas más débiles en safaris donde las manadas andan dispersas.
Posiblemente, por esa complejidad intrínseca que acompaña el desarrollo de la actividad financiera, los ciudadanos de a pie, no alcanzan percibir la disfuncionalidad real de nuestro sistema monetario, y por añadidura, tampoco, esa mayoría social es capaz de entender por que una crisis económica de impacto global, en la eurozona, tomó formato de sucesión para convertirse en una estacionada crisis del euro.
Si tomáramos conocimiento de causa sobre esta crisis extensiva, fácilmente sabríamos descifrar el porque de sus demoledores efectos. Para entendernos, Europa, por su desacertada regulación monetaria, su disparidad genuina y una desastrosa gobernanza, de la noche a la mañana, convirtió la casa común de una comunidad económica, en una timba de poca monta donde se prodiga la jugada al EuroPocker, alentada por unos tahúres que imponen los negocios especulativos como oficialidad protagonista, en detrimento del incuestionable afianzamiento productivo que debiera ser la directiva de referencia.
La estructura orgánica y de funcionamiento del Banco Central Europeo (BCE) resulta aleccionadora, pero no como referente edificante, sino como ejemplo negativo, que aun así, es educativo en el sentido expresivo de lo que se debe corregir, que resulta ser case todo.
De origen hemos de tener presente , que esta macro entidad financiera con sede en Frankfurt, tuvo su origen en el la propia formulación de la moneda única, y su capitalización se realizó íntegramente con dinero público, aportado por los países miembros, en razón a participaciones nominales desembolsadas por cada uno de los estados en atención a la potencialidad del PIB respectivo.
No obstante, para tomar razón debida de su composición, cabe constatar, que los países adheridos al euro acercaron un cómputo del 70% del capital social, mientras que el 30% restante, fue afrontado en su conjunto por el resto de las naciones miembro. En todo caso, lo que debe que dar meridianamente claro, es, que la razón y el espíritu de su instauración no atendía a razón distinta, que mantener la solidez de la moneda única.
De cualquier modo las contradicciones no se hicieron esperar, y a pesar del carácter totalmente público de los 10,6 mil millones de capitalización del banco central de los Estados de la zona euro, y aún cuando, su objetivo era mantener la cohesión y la estabilidad económica de la Unión, pareciendo increíble, la realidad de su política tomó una deriva inaudita, al favorecer escandalosamente a la banca privada europea, por cuanto, se impulsó a su favor la barra libre de crédito blando a un interés del 1%, para que, ellos , lo prestaran después del 5 al 7%, a los gobiernos de los países, que paradójicamente resultaban ser los dueños del dinero.
Claro que semejante diferencial fue patrón de asfixia aplicable a los países periféricos, no así, si la operadora de mercados fuera Alemania, por cuanto, en este caso , los bancos sólo le cobrarían un 3%.
A todas luces, esto es intolerable, pues tras esta regalía, tras ese malgaste de dinero público en ventaja exclusiva de la banca privada, retoma actualidad aquella reforma express de la Constitución en la que se impuso priorizar el pago de la deuda por encima de gastos sociales, y las consecuencias de acompañamiento se traducen en las excedidas medidas de austeridad y desproporcionados recortes, cuya aplicación no tendría razón de ser ni fundamento debido si el Banco Central Europeo, tomara sentido de gestión y racionalidad de sus actos.
Llegado la este dilema, si no se reconduce la situación de forma debida, propiciando a la vez el equilibrio entre las políticas de crecimiento, y la disciplina fiscal, es incuestionable, que la permanencia en el Euro resultará ser uno todo inútil.
Xosemanuel Galdo- Fonte
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