Días pasados salió a la palestra nacional una noticia, que por única, resultó ser impactante. Su protagonista, un sacerdote gallego titular de la parroquia de Xestoso en el municipio de Monfero, y por su contenido, el ejercicio de sus funciones de apostolado, más que ampararse en el oficialismo de la encíclica vaticana, parecen acogerse a los fundamentos que conducen a la Teología de la Liberación.
Así, en una pastoral ponderada y de marcado corte crítico, el párroco en cuestión, atendiendo al impúdico contexto de una realidad socio-económica que afecta en mayor medida a los grupos sociales expuestos a alto riesgo, no dudó en arremeter contra los políticos responsables de la situación, adjudicándoles al efecto, la condición de falsos católicos, por prodigar la vulneración de los derechos esenciales del cada vez mas nutrido colectivo de relegados sociales.
Igualmente el oficiante, no olvidó reservar en su sermón, un espacio para los banqueros como referentes del poder financiero, no dudando en tacharles de usureros que esparcen la injusticia, para al final concluir pidiendo la excomunión para unos y otros.
Yo, contrario al clericalismo, y por tanto, opuesto a la intervención de las instituciones religiosas en los asuntos de corte político-financiero, he de reconocer que me sorprendió la elocuencia y el fervor del predicador, y su singular método de repartir excomuniones a diestro y siniestro. Pero lo que no alcanzo a saber, es si el contestatario clérigo, en su encendida condena contra las esferas de poder, incluía en el paquete, a los afines a su propio gremio, pues es de sobras conocido que alrededor de la idea de Dios, se tienen constituido auténticos holdings, bancos, etc., que obviamente no son ajenos en responsabilidad al resto de la trama financiera que forjó la actual crisis con la aquiescencia del poder político.
En todo caso, a los supuestos afectados, cuya única doctrina es la avaricia desmedida por la acumulación de riqueza sin respeto a código de conducta que impida satisfacer ese afán de opulencia, es fantasía pura y delirante, intentar frenas sus excesos con una amenaza de excomunión que dicho sea de paso, les tiene totalmente sin cuidado.
Más que amagos de excomunión, los colectivos responsables, debieran ser sujetos de una "islandización", que es la única fórmula y primer paso consecuente de afrontar la crisis de forma severa.
Al efecto habría que responsabilizar directamente de los perjuicios a los sujetos causantes, pues contrariamente a lo que ahora se intenta vender, no todos somos culpables. Por ello la solución al problema de ninguna manera puede pasar por la socialización de la deuda, haciendo pagar a justos por pecadores.
Tomando razón de la situación, debiésemos saber que desde que se produjo la bancarrota de los bancos de inversión estadounidenses como el Lehman Brothers de Luis de Guindos; aldabonazo de la eclosión de la crisis. Los distintos gobiernos europeos han destinado al rescate de sus respectivas entidades financieras, la friolera, de 5 billones de euros, y tan disparatada cuantía, tuvo como argumento fundamental la absurda justificación , que tal determinación, era el mal menor o el único método de impedir un colapso económico de mayores proporciones.
Basar las insólitas ayudas al corrompido sector financiero, en el pretexto que representa afirmar que la caída de los mercados agravaría la dimensión de la crisis, tan solo, puede tener su autoría en la rara habilidad de los miembros de una clase política supeditada a las determinaciones del propio poder financiero, cuyo perfil resulta ser la nota dominante de la mayoría de los representantes institucionales de los países que agrupadamente conforman, la nunca mejor denominada Europa de los mercaderes.
Pero antes de decidirnos a ocultar nuestra miseria bajo la túnica de la injusticia, debiéramos echar mano del contraste reflexivo, para resolver, que existen otras propuestas capaces de poner remedio a la crisis, sin tener que asumir como propia una deuda de la que no somos responsables.
Nada mas acertado que tomar rumbo a Islandia, conscientes de que cada palo debe aguantar su vela, y allí, veremos a unos ciudadanos, negando asumir como propia la temeridad de unas entidades financieras, y a los responsables de la debacle, respondiendo patrimonialmente y judicialmente de sus delitos.
No obstante, aquí, donde se mantiene el bienestar de los culpables a costa de sumir en el drama social a los inocentes, sin previa "islandización", poco efecto hará, la tan predicada excomunión.
Xosemanuel Galdo-Fonte
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