El caso de Gibraltar constituye un patente ejemplo de la rapacidad humana. Siempre fue plaza codiciada, ya la había saqueado el pirata Barbarroja. El 25 de abril de 1607 el almirante holandés Jacobo Heenskerk destruyó la escuadra española anclada en el puerto. Durante la Guerra de Sucesión desencadenada a la muerte de Carlos II, el almirante inglés George Rocke y una fuerza de dieciocho mil soldados al mando de príncipe Jorge de Hesse-Darnstadt se apoderaron de dicha península, que sólo contaba para su defensa de setenta hombres y siendo comandante de la plaza el capitán Diego de Salinas que dependía de la autoridad civil, por lo que antes de rendirse, viendo imposible prolongar la batalla, solicitó autorización del Ayuntamiento gibraltareño. La casi totalidad de la población se trasladó al campo inmediato, fundando alrededor de una ermita, consagrada a san Roque, la población de este nombre, que conservó por mucho tiempo el de Ayuntamiento de Gibraltar, cuya bandera guardó.
El Tratado de Utrecht puso fin a la Guerra de Sucesión permitiendo reinar a Felipe V con cuyo monarca se inicia en España la Casa de Borbón. Fue motivada la contienda al negarse el emperador de Alemania a reconocer al mencionado nieto de Luís XIV, el Rey Sol, monarca francés que al advenimiento de aquél al trono español pronunció la famosa frase: “Ya no hay Pirineos”. El oponente fue Carlos, archiduque de Austria, apoyado por Alemania, es decir, por su padre, José I, Inglaterra, Holanda y algunos estados de Italia. España se divide a favor de uno u otro bando. No voy a entrar en los episodios bélicos que se sucedieron en los siete años que duró la guerra –internacional y civil, y ésta continuaría tras la paz, por el problema de Cataluña-, porque se halla al margen del tema propuesto, me limito a anotar que dieron el triunfo a Felipe V victorias tan decisivas como la de Brihuega (Guadalajara) donde el rey y el duque de Vandoma hacen rendirse a cinco mil ingleses con su general Stanhope, y la de Villaviciosa (Villaviciosa de Tajuña, Guadalajara) en la que es derrotado el general Staremberg que venía con los imperiales en su socorro.
Mediante el Tratado de Utrecht, 13 de junio de 1713, perdimos nuestras posesiones en Italia y los Países Bajos, la Plaza de Gibraltar y la isla de Menorca. Estas fueron adjudicadas de la forma siguiente: el Milanesado, Nápoles, Toscana y Cerdeña fueron concedidas a Austria; Cicilia al duque de Saboya; y Menorca y Gibraltar a Inglaterra. Pero Orán fue reconquistada por nuestras armas dirigidas por el marqués de Santa Cruz de Marcenado, que quedó de gobernador y fue asesinado en 1872. (Consignaré entre paréntesis que a él se debe los principios de la táctica moderna, los expuso en su obra titulada “Reflexiones militares”) La isla de Menorca fue perdida por Inglaterra en 1756, la recuperaría y volvería a perder a lo largo del siglo XVIII. El duque de Grillon, militar francés al servicio de España, la reconquistó en 1782, pero nuevamente la poseyeron los ingleses de 1798 a 1802, mas esta historia requeriría capítulo aparte. Sigamos con Gibraltar.
Duele –bajo mentalidad de otrora- perder tierras que formaron nuestro imperio colonial, y de esto sabe mucho Inglaterra, que no deja de haber tenido el mayor. España lloró la pérdida de los últimos florones de su Imperio: Cuba y Filipinas, en 1898. Como es notorio se reflejó en nuestra Literatura: Generación de 98. Pero Gibraltar es otra cosa, es, sencillamente, un trozo de nuestro solar; como si dijéramos, de nuestra casa solariega. Se busca un consuelo en el hecho de que, dado el avance del armamento moderno, de la técnica, ya no es en el aspecto estratégico tan importante como fue, pero… no es eso; aparte de que Inglaterra siempre ha jugado la carta de tal importancia. Al apoderarse de Gibraltar lo hizo en nombre del archiduque Carlos, mas por el susodicho Itnez y conveniencia no lo devolvió. Cabe preguntarse si lo hubiera devuelto en el caso de haber ganado el bando que apoyaban; no obstante, es de suponer que en modo alguno, habida cuenta de que proclamaron -24 de julio de 1704- la soberanía del archiduque Carlos sobre el Peñón, y, sin embargo –absurdo, además de ser aplicable un término muy duro-, Sir George Rooke ordenó que se izara la bandera inglesa y tomó posesión en nombre de la reina Ana. Para colmo de tan vituperable acción Inglaterra sancionó y ratificó la ocupación.
Con material bélico de cualquier época –pasada, actual, futura-, e independientemente de ello, es visible, en su doble sentido de que se puede ver y de que no admite duda, basta abrir el Atlas, la privilegiada situación geográfica del Estrecho. El gran orador tradicionalista Vázquez de Mella la define con toda precisión y belleza, bien vale la pena la transcripción:
Ved, señores, que el Estrecho de Gibraltar es el punto central del planeta. Une cuatro continentes: une y relaciona el Continente africano con el Continente europeo; es el centro por donde pasa la gran corriente asiática y donde viene a comunicarse con las naciones mediterráneas toda la gran corriente americana; es más grande que el Skagerrach y el Categat, que el gran Bel y el pequeño Bel, que al fin no dan paso más que a un mar interior, helado la mitad del tiempo; es más importante que el Canal de la Mancha , que no impide la navegación por el Atlántico y el Mar del Norte; es muy superior a Suez, que no es más que una filtración del Mediterráneo, que un barco atravesado con su cargamento puede cerrar, y que los Dardanelos, que si se abrieron a la comunicación no llevaría más que a un mar interior; y no tiene comparación con el Canal de Panamá, que corta un Continente.
Así de extraordinario es, según “el Castelar de la derecha”, conforme le llamara Antonio Maura, el Estrecho de Gibraltar. Y termina diciendo:
Dios nos ha dado la llave del mar latino. La Geología , la Geografía , la Topografía , las olas del mismo Estrecho, chocando con el acantilado de la costa, nos están diciendo todos los días: aquí tenéis la puerta del Mediterráneo y la llave; aquí está vuestra grandeza.
En esto como en todo, lo malo es que lo que Dios da los hombres quitan.
Gibraltar era una ciudad española más, su Ayuntamiento comprendía el Campo Llano de Gibraltar, que luego hubo de dividirse en los términos municipales de la Línea de la Concepción , Algeciras, San Roque y Tarifa. Fue capital política de una zona tan extensa como alguna provincia española, y ocupaba toda la comarca costera de la Bahía de Algeciras. ¿Qué se cede a Inglaterra en el Tratado de Utrecht? Pues la ciudad, el castillo, el puerto, defensas y fortalezas; queda segregada del territorio que era capital y sobre el que Gran Bretaña no puede ejercer la menor jurisdicción. No por ello en los más de trescientos años de su indebida presencia dejó de pretenderlo con su afán expansivo y dominador, su prepotencia y soberbia, dando lugar alguna vez que otra a fricciones diplomáticas.
De su falta de respeto al Tratado y su deseo de consolidar su permanencia per secula seculorum habla a las claras la visita que hizo Alfonso XIII a Inglaterra en 1905, la gestión del marqués de Lansdowne, secretario de Su Majestad británica para los Negocios Extranjeros, cerca del ministro español de Estado, don Wenceslao Ramírez de Villa Urrutia, tratando casi de imponer como condición a la amistad hispano-inglesa la renuncia a los derechos que el Tratado de Utrecht nos concede. De aquel viaje oficial del monarca español brotó su enamoramiento por la bella y elegante Victoria Eugenia de Battenberg, hija del príncipe Enrique de Battenberg y de la princesa Beatriz de Gran Bretaña, nieta, por vía materna de la reina Victoria de Inglaterra, cuyo primer nombre lleva por ella, y el segundo por su madrina la española emperatriz de los franceses, Eugenia de Montijo. La boda fue el 31 de mayo de 1906 en el templo de Los Jerónimos, de Madrid. Ni esta circunstancia favoreció la amistad hispano-británica, ya que persisten las exigencias inglesas.
El 5 de agosto de 1908 el embajador de Inglaterra en Madrid, Sir Maurice de Bunsen, en una Nota Verbal al ministro español de Estado anuncia que el Gobierno británico ha decidido construir una verja ; meses después lo lleva a efecto realizando de tal modo la separación física del resto de España, y no sólo del Gibraltar limitado en el Tratado de 1713, pues instalan la verja en un trozo del territorio español que amistosamente, y a fin de evitar incidente, se consideraba por ambas partes como zona neutralizada. Separó, además, a Gibraltar del Campo de Gibraltar levantando un muro. Éste puede servir de precedente al construido, tras la segunda guerra mundial, en Berlín por la autoridades de la zona alemana de ocupación soviética.
El aferramiento de Inglaterra a no restituirnos esta zona española, le llevó siempre a hacer alarde de su posesión. Todos recordamos que cuando se casó –Londres 29 de julio de 1981- el príncipe de Gales con Diana Spencer se decidió iniciar su viaje de boda en Gibraltar, motivo por el que no se les permitió asistir a los Reyes de España. A lo largo de estos tres siglos de indebida ocupación las reclamaciones diplomáticas de España no faltaron, así como acciones bélicas. De ello trataré pronto.
Por: MANUEL LÓPEZ PERALTA
2 comentarios:
Estoy ansioso por leer la continuación.
No por conocidos algunos puntos, resulta menos interesante refrescar la memoria sobre un asunto histórico tan importante para la Historia de España (y la internacional, por lo que afecta a otros países), al tiempo que conocer muchos detalles que no suelen ser "vox populi" y se escapan al conocimiento de la mayoría.
Muchas gracias por esta magnífica aportación. Intercambiar nuestros conocimientos es una de las formas más generosas de manifestar los sentimientos de humanidad.
Muy interesante de verdad, muchas gracias por esa aportación Manuel, la verdad que vale la pena tomarse su tiempo y leerla, siempre es importante conocer nuestra historia, yo también llevo mi propio blog he intento compartir un poco de todo, los invito a revisarlo:
http://campodegibraltar21.blogspot.com.es/
Nuevamente, gracias por este excelente blog...
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