Una clase política que después de alcanzar mandato electoral, toma dirección contraria al contenido de sus compromisos, tan solo se puede definir como un congregado de farsantes, unos charlatanes de feria poco fiables.
La clase política, ese colectivo de transformistas expertos en pintar cuadros fuera de lienzo, como resultado de ese habitual desvarío, terminan embadurnando el panel de la realidad con la brocha gorda de su ineptitud, para luego, tras poner telón a la chapuza, tener el atrevimiento de arrogarse la autoría creativa de una obra de arte.
Es indistinto el estilo pictórico , la estética, la técnica o la idea adquirida; pues en este gremio artístico de saltimbanquis políticos, tan escaso valor tiene la plástica de quien contornea un puño con una rosa o quien bosqueja un cielo con gaviota, toda vez que su carencia, no solo se prodiga en sus fondos sino que igualmente se desliza por el perfil de sus formas.
Pero la versatilidad de estos eruditos de pacotilla, no se para en pinceladas, llegando con su extravagancia enfermiza a convertir el país en el escenario apropiado para dar rienda suelta a la representación de una bufonada descarnada, una sesión continua, donde estos "bien pagaos", intentan camuflar su excedida insuficiencia, repercutiendo la gruesa factura de su mal oficio, sobre unos atónitos espectadores que no logran entender su condición de sujeto pasivo.
Quienes, no reaccionaron ante los primeros brotes de la crisis admitiendo que su origen derivase en metástasis extensiva, quienes tras cuatro años de diagnostico concluyen que el mejor antídoto es matar al enfermo, es evidente que pueden mantener una alianza de intereses y camaradería con los mercados especulativos, pero no resulta ser el plantel indicado, para afrontar de modo efectivo la reactivación de la economía productiva, que es el único revulsivo a los males que padece el país.
Una clase política que después de apropiarse del mandato electoral, rompe unilateralmente sus compromisos con las urnas tomando dirección contraria al contenido de su oferta, tan solo se puede definir como un congregado de farsantes, unos charlatanes de feria poco fiables, para quien la democracia, es simplemente el marco apropiado para garantizarse la indecente exclusividad de sus privilegios, mientras bailan la danza macabra que interpretan los mercados.
Esta clase política por más mensajes subliminales que emitan para satisfacer su egocentrismo, podrán enredarnos con parafernalias bursátiles y rescates bancarios, lograrán desbaratar el país incrementando el esfuerzo fiscal mas allá de la capacidad contributiva de los ciudadanos, alcanzarán el cinismo cercenando las políticas sociales que prometían mantener , sabrán arruinar la estructura productiva del país haciendo lo contrario de lo debido o mantendrán en activo un veto que defendían levantar.
Lo que no sabrán resolver estos inútiles, será como salir de la crisis, como hacer crecer la economía, como crear empleo, pues dichos objetivos tan solo se logran con la intervención decidida del universo empresarial que mayoritariamente conforman las PYMES.
Empresas, que urgentemente deben salir en autodefensa a través de sus órganos de representación, con iniciativas de acción directa y medidas de choque, dirigidas, a poner freno al negativo balance que como consecuencia de las inconcebibles medidas políticas, ocasionó cierres encadenados desde el inicio de la crisis en el 2008, cuya cifra absoluta se eleva a 178 500 empresas lo que llevó implícito la destrucción de 2.985.000 puestos de trabajo, cuyo rescate habrá de tomar preferencia sobre cualquier consideración objetiva, al igual que la reactivación de la inversión pública.
Es innegable presumir, que quienes han sido capaces de llevar a este país a las cotas mas elevadas de su desarrollo, tienen demostrada capacidad para sacarla una vez más del atolladero en el que otros la han sumido.
Es obligado pues, poner fin a la economía imperfecta, no resulta tolerable por más tiempo, mantener activas las políticas sustentadas en el monopolio de los mercados especulativos. La clase empresarial como único exponente de la economía productiva, tiene el derecho de intervenir y el deber de hacerse oír alto y claro, y desde un papel protagonista, participar activamente en la reconducción del país , haciendo valer su vocación inequívoca, que no es otra, que contribuir, a la creación de una sociedad cada vez más próspera tomando por singladura la potenciación de la empresa privada como el elemento mas importante de la generación de empleo y riqueza
Los hechos hablan por si solos , por tanto no hay mas que añadir, tan solo concluir afirmando, que este país ha de someterse a un proceso de mutación inversa, pues es evidente que sobran políticos y faltan empresarios.
Xosemanuel Galdo-Fonte
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