Desde hace cuatro años es absurdo sostener el infundio del sepulcro
Dicen que la mentira prevalece hasta que la verdad aparece, mas ésta apareció hace cuatro años en este mes de septiembre y, no obstante, continúa la mentira, patraña, noticia falsa, patentemente tendenciosa en el caso que nos ocupa. Me refiero al tema de mi reciente artículo titulado: “Sepulcro con restos falsos o no correspondiente con la inscripción del mismo”. Ya dije que se incurrió en ello buscando y manteniendo tesis caprichosas, y, así, se dio por resuelto lo que no lo estaba, a conceder razón al Dr. Reverte Coma. Interpretando datos históricos ad libitum, conformándolos también a nutum, a voluntad, desconociendo, o afectando desconocer, otros, se llegó a proclamar contra viento y marea la autenticidad de los restos. Y, claro, falsedad al canto, pues hay un principio de Lógica según el cual partiendo de premisas falsas, no se puede llegar a una conclusión verdadera.
Incongruencia sinfín.
Dentro de los desvaríos llegó a opinar el alcalde de entonces que el esqueleto encontrado pertenecía a Blanca I de Navarra porque en el lugar donde fue descubierto sólo se enteraban personas importantes. ¿Pero por qué esta persona relevante había de ser infaliblemente dicha reina? En época de Catalina de Lancaster falleció en la localidad por ella fundada una amiga suya, señora de alta entidad económica, social y política, siendo enterrada en la misma, y se supone que a tal señora corresponde estos restos mortales que constituyeron cuestión batallona entre segovianos y navarros hasta la retirada de éstos cuando quedó probado que los restos no son de Blanca I de Navarra. De tal dama no quiero hablar por ahora, ya que no es fundamental para dar un rotundo mentís a que tales despojos mortales sean de la hija de Carlos III el Noble y de Leonor de Trastamara, hija ésta de Enrique II el Fraticida o el de las Mercedes -¡tantas tuvo que hacer para captarse a la nobleza a pesar de su crimen!- e iniciador de la bastarda dinastía que en Catalina de Lancaster y Enrique III el Doliente, primeros Príncipes de Asturias, con los que queda fusionada con los Castilla. Así pudo Juan I salvar la Corona , pues después del desastre de Aljubarrota se vio muy atacado y débil.
Se ha de delatar la mentira.
Sobre casi todos estos monarcas tengo artículos publicados en la prensa de papel. Pero ad rem, a la cosa, a los hechos del falso mausoleo, que es lo que quiero difundir e invitar a la vez a no transigir con la mentira, imponiendo vergonzoso silencio. Dice el filósofo Julián Marías que la mentira reiteradamente repetida y no contrarrestada termina por ser verdad. En este caso no puede darse este efecto por mucho que hagan para tal logro quienes son poco amigo de la verdad y mucho del amiguismo. Por amiguito se favoreció in illo tempore, en aquel tiempo, la mentira de los restos; a mí, concretamente, se me vedó –dicho sea en la segunda acepción: impedir, dificultar, estorbar- escribir sobre contrarrestando la mentira, a pesar de que era asiduo colaborador de El Adelantado de Segovia, procuró el director con ciertas martingalas que nos indispusiéramos días antes de aparecer la prueba de la no autenticidad de los restos atribuidos a Blanca I de Navarra –no prescindo del ordinal porque, como es sabido, hay otras Blancas de Navarra-, conducta que no le califica muy alto, que digamos, como individuo al frente de un periódico. Fue, en suma, una confabulación contra mí, sabiendo los confabulados que se me puede aplicar el proverbio latino: Amicus Plato, sed magis amica veritas, amigo soy de Platón, pero más amigo de la verdad. Los lazos de amistad de los conchabados para la mentira resultó insalvable obstáculo para que expusiera la verdad. Por nadie fue expuesta. Casos de estos son muy de pueblos y de pequeñas ciudades, aunque ahora éstas hayan crecido por aquello de lo “polígonos”.
La extensión de la cacicada.
El tal director del mencionado periódico local a las pocas fechas de darse a conocer la prueba científica sobre los restos de la susodicha reina publicó a un vecino de Santa María la Real de Nieva, nombrado cronista por el alcalde, un artículo el título: “Los restos de Blanca de Navarra descansan en la iglesia parroquial”, y se atrevió a escribir en él: Pienso que estos “restos regios” se merecen un descanso eterno, aunque ya vaticiné que no tardando mucho saldría la polémica nuevamente. No me equivocaba”. Esto deja estupefacto a un muerto, ¡ya es despiste u osadía! A tal director, tal cronista, o viceversa. ¡Cuán documentados –y eso que se trataba de tema de la provincia- estaban y cómo despreciaban la ciencia! El santamarteño publicó el mismo artículo, sin cambiar ni una coma, en un periódico de Internet. Al día de hoy tanto el ex alcalde como su amigo quizá continúen en sus trece. Ya sería necedad integral, pero, como dice Gustavo Flaubert, la necedad es un obstáculo indestructible; todo lo que contra ella se lanza, se estrella. Dicho sea sin personalizar pero para mí es necedad no aceptar la ciencia.
La inequívoca sentencia de la Ciencia.
El equipo le formaba el profesor Miguel C. Botella, doctor en Antropología de la Universidad de Navarra, la profesora Asunción Malgosa, de la Universidad Autónoma de Barcelona, bajo la dirección de la profesora de Historia medieval de la UAB , Mariona Ibars i Puga, que es la que ha seguido la pista por vía materna desde Blanca I de Navarra, ascendencia y descendencia, a lo largo de 800 años en busca del ADN del Príncipe de Viana, ya que a tal número años alcanaza el ADN mitocondrial. Es el único fiable y se transmite de madres a hijas. No encontrados en Poblet los restos del Príncipe, hubo finalmente que realizarse la prueba con los de la archiduquesa de Austria, Johanna de Habsburgo, décima quinta hija de la reina Ana Jagellón-Foix y Fernando de Habsburgo. Cuando ya el 10/09/2008 se proclama en El País, y otros rotativos, que la momia del príncipe de Viana fue falsificada con huesos de tres individuos. Los restos de su progenitora, Blanca de Navarra, tampoco son auténticos. Más adelante se recalca: Los restos de la reina, su supuesta madre, hallados en 1994 y enterrados en el monasterio de Santa María de Nieva (Segovia) tampoco son los de Blanca I de Navarra. En dicho artículo podemos leer algo que también merece subrayarse: Mariona Ibars recomienda que en Segovia en donde la tumba de la reina se puede visitar, se cambie al menos la placa que la identifica. Respecto al enterramiento del supuesto príncipe, no es accesible por lo que los monjes de Poblet no prevén hacer nada. Es incontrovertible que se debe quitar la inscripción.
Ininteligible inhibición del párroco.
Pienso que el clero tenía que tomar cartas nuevamente, pues así lo hizo cuando la Junta de León decidió volver a inhumar los restos en 1995, y el obispo de Segovia terció y se opto por custodiarlos en una caja fuerte de la entidad de ahorro del pueblo. Al decidirse el enterramiento, fueron llevados desde el Ayuntamiento por la ex alcaldesa Carmen Muñoz García junto con otro vecino del pueblo. Por cierto que al ser descubiertos estos restos humanos y femeninos por los albañiles que realizaban una obra y llevarlos a buen recaudo el párroco de entonces, José María Martínez Nieto, que cesó como tal en 2001, se extendió la noticia del hallazgo y la mencionada ex alcaldesa pronuncio una conferencia en el pueblo, dando por hecho la aparición de los restos de la reina. Luego se imprimió en Valladolid, donde ella ejercía un cargo político en la Junta de Castilla y León, con el largo título de Referencias históricas sobre la sepultura de la Reina Blanca de Navarra en Santa María la Real de Nieva y su relación con los restos hallados recientemente en la Capilla del Altar Mayor de la iglesia. Procedió muy a la ligera y se equivocó de medio a medio. Puede leerse en pdf en la red. Todos, pues, de acuerdo. Ignoro la postura del párroco actual, pero sigue la placa.
MANUEL LÓPEZ PERALTA
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