Nada más constituido el gobierno, los mercados, para que nadie se llamara a engaños, a través de mensajes en clave financiera, se apresuraron a recordarle al nuevo ejecutivo quién establece el guión económico de país, advirtiéndole así mismo, que cualquier reforma en materia, forzosamente, tendría que contar con el aprobado de su supervisión.
Las primeras medidas que en materia de fiscalidad tomó el flamante ejecutivo del presidente Rajoy, no están en el camino correcto, y por mas argumentos que se aduzcan, el amparo de su justificación, guarda precisión análoga con los fundamentos de la errática política económica del gobierno del ex presidente Zapatero, pues se mantiene idéntica porfía en alzar la presión fiscal como única solución reactivadora de nuestra economía, cuando el remedio apunta en dirección contraria, ya que con dichas medidas lo único que se delata, es la condición cautiva del nuevo gobierno que inicia su mandato asumiendo a pie juntillas los dictados de los mercados, cuyo único objetivo es garantizarse en condición preferente el cobro de la deuda concertada.
Analizando este atípico proceder que la alta política aplica como norma en la gestión de la crisis, uno queda estupefacto, pues se mire por donde se quiera el absolutismo de los mercados es un todo intolerable, resultando por ello incomprensible que en vez de aplicárseles la contundencia acorde a sus excesos, el Estado, a través de sus gobernantes, contra toda lógica, pliegan velamen dejándose embaucar a través de fórmulas que preconizan como remedio el ideario de los mas destacados plutócratas de esta élite dominante, sin caer en la cuenta que tras la hipnosis de su planificada crisis de la deuda, los únicos resultados que se obtendrán, no serán otros, que la continuidad de esta crisis en el tiempo y la obtención de enormes beneficios por parte de los inductores, quien a su vez, incrementarán el control institucional y poder ejecutivo de los países sometidos a su influencia.
Es obligado constatar que la génesis de esta crisis arranca de la codicia de los propios mercados, que en su momento se dedicaron a prodigar la cultura del endeudamiento incontrolado, facilitando prestamos a Estados receptores, cuya solvencia, era más que menos incierta en razón al volumen del riesgo contraído, llegando a crear una espiral donde la deuda pública concertada se sufragaba a través de nuevos créditos, provocando en algunos casos un déficit inducido que excedía sobremanera el producto anual del país , hasta que la reiteración encadenada de aquel proceso autoalimentado se transformó en un todo insostenible, con el agravante, que el contagio del endeudamiento público infectó al sector privado, empresas y familias que pasaron a formar parte del círculo viciosos de quien toma contraídos superiores a su capacidad de amortización.
Llegado a ese extremo, es cuando los artífices consuman su maniobra haciendo que la deuda soberana se dispare, pero ahora, con un coste superior en razón a un alza de los tipos de interés que para mayor abundamiento traen consigo el acompañamiento de un nuevo gravamen con el marchamo de prima de riesgo.
Esta perturbación prefabricada de modo unilateral por los mas directos interesados, genera el encarecimiento de las condiciones originarias, resultando obvio que como consecuencia de tal manipulación, el Estado, no disponga de ingresos suficientes para hacer frente a sus compromisos de pago, y en el marco de esa tesitura, los autócratas financieros, como broche a su jugada maestra, imponen, incluso con reforma constitucional por amparo, la prioridad absoluta del pago de los intereses y la devolución del principal, y así cuando el déficit delata la imposibilidad de atender las obligaciones generales, el abono de la deuda, se antepondrá a los derechos básicos de la ciudadanía, y el cumplimiento de esa premisa es la motivación única de la reforma impositiva aprobada últimamente por el actual gobierno.
Pero en el contexto de las mal denominadas políticas de ajuste, la contradicción está servida, ya que esta práctica de precedencia a pro de los mercados, sitúa el futuro del país en una vía muerta, pues sus condiciones abusivas, dejan bajo mínimos el gasto público que aparte de la merma que ocasiona al Estado de Bienestar, deja cerrada la puerta de la reactivación.
Así, a pesar que factores como el desplome del mercado laboral, entre otras exigencias, precisaba de la expansión del gasto público como medida de estímulo multiplicador, que operase como acicate de la economía, facilitando, la creación de empleo, la inversión y el consumo; parece que tal objetivo es un aspecto intrascendente para el actual ejecutivo, quien en línea con sus antecesores se pliega a los excesos de los tahúres del hilo de seda en perjuicio de medidas de creación de empleo y del necesario cambio del modelo productivo, aspectos, que debieran centrar su preocupación si su sentido de la responsabilidad fuese evitar la mas que segura entrada recesión, la continua destrucción del tejido empresarial y la permanente pérdida de empleo.
artículo redactado por:
Xosemanuel Galdo-Fonte
enero 15, 2012
Hilo de seda
15:35
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